Entre los tres y cuatro años de edad, los niños empiezan a utilizar el lenguaje para aprender. Miran a su alrededor y se preguntan, por ejemplo, ¿por qué la gallina tiene dos patas y el perro cuatro? Pero eso no queda ahí, siguen y siguen con las interrogantes, incluso hasta el punto de dejarnos sin respuestas. Tranquilos, es normal que lo hagan porque es parte de su desarrollo, además esto nos indica que están pensando y diferenciando cosas

Para Carmen Bravo de Rueda, psicóloga de la Clínica Ricardo Palma, es muy importante que los padres respondan todas las interrogantes de sus retoños de manera paciente, clara y sencilla. “No deben alterarse y decirles: ‘ya basta’, cállate’, ‘me tienes harto’ o ‘estoy ocupado’. Eso solo los frustrará, reprimirá, y dañará su autoestima”, señala la especialista

No sabes la respuesta

No eres un sabelotodo, así que no te angusties. Puedes decirle: “Ahorita no te lo puedo explicar, pero busquemos juntos la respuesta, ¿te parece?” No te molestes o reacciones de manera agresiva. Eso no funciona

Y cuando insisten en una pregunta

A veces cansa que el niño vuelva a preguntar lo mismo, sin embargo, no es adecuado que respondas: ‘otra vez’, mejor cámbialo por: ‘creo que ya te lo he explicado, a ver dime ¿de qué te acuerdas?’ También puedes cambiarle la atención. Por ejemplo, si están en casa y empieza con las repreguntas, vayan a comprar unas galletas o jueguen a las escondidas

Mamá: Pedrito, a lavarse las manos
Hijo: ¿Por qué?
Mamá: Porque tienen que estar limpias
Hijo: Y… ¿por qué?
Mamá: Porque así no te enfermarás
Hijo: Hummmm… y ¿por qué?

Dra. Carmen Bravo de Rueda
Psicóloga de la Clínica Ricardo Palma